Miguel, su última pintura

Quizás haya sido su último dibujo táctico como orientador técnico en Boca. La derrota ante Estudiantes pudo haber sido la estocada final de su paso como entrenador del  “Xeneixe”. Su lugar en la tabla de posiciones, la acumulación de partidos sin ganar, algo histórico en el club, con una cosecha en su haber de dos unidades en la Liga, y si se añade a esta coyuntura el de no haber obtenido una idea en su juego, un atisbo de modelo en cuanto a un funcionamiento, están dadas las condiciones de dar un paso al costado.

También, su argumento en su libreto es demasiado escaso. Ayer ralentizó los cambios, con un planteo con cinco defensores,  un escaso poder ofensivo, y con la premisa de mantener el arco en cero en las dos áreas. Su rol en estos tiempos fue encontrando su propio destino, el de ganar por penales en sendas series ante River, como caer estrepitosamente en el rendimiento deportivo.

Su elenco fue cambiando de nombres y apellidos. Ni los que se fueron aportaron soluciones, ni aquellos que vinieron brindaron ese refresco, ese cambio de aire que se necesita para matizar un plantel en tiempos de reformas. Los players parecían una muestra de laboratorio para ver si el experimento resultaba eficaz. Asimismo, algunos intérpretes no muestran ese apetito para vestir la azul y oro.

Todo este balance, agregado a la falta de asociación, sin un hilo conductor en el juego, con nombres esparcidos en el verde césped con el objetivo de ocupar espacios y que el tiempo reglamentario sea el cumplir, son a la palestra, y los aditamentos imprescindibles  para dar por terminado un ciclo.

Russo se equivocó el camino. No observó, ni tampoco sus laderos, que por ahí la cuestión no era. Eligió de manera incorrecta los sistemas y sus exégetas. Prefirió el mal menor y la apuesta no salió aquello esperado. Su inoperancia al delinear el once titular fue su mayor error. En consecuencia, no tiene el espíritu para revertir el final de la obra. La falta de pintura para su diseño esta a la vista, sin recursos, sin plan B, con una sola muda, con una sola pilcha, sale de esta manera a enfrentar cada encuentro.  Su estilo como impronta en esta etapa en Boca no da para más. No hay más hilo en el carretel.

Por eso, el dimitir no es un signo que presenta debilidad o que ofrezca falencias como atributo de fracaso, sino todo lo contrario, es reconocer ante una adversidad, ante una concatenación de hechos que trasuntan  que no hay retorno alguno. Los resultados son evidentes y no observar esas estadísticas sería necio y soberbio. No hay un funcionamiento ni en lo colectivo ni en lo individual. No hay respuestas en lo anímico y en lo físico. En esta apreciada disciplina cualquier sistema puede tener sus éxitos, como así también fracasos. Lo que lo cercena, lo que lo acota, es no darle al dibujo plasmado los hombres adecuados para su ejecución, y por ende no darle ese oxígeno pretendido. Las circunstancias son ostensibles a la situación planteada, el maestro tendrá que reconocer que siempre se pone en escena las mismas partituras, y si su director de orquesta tendrá que poner en la balanza que las funciones otorgadas lo llevaron a no inspirar en sus obras el objetivo trazado.

Por Hugo Bernardo Perugini (Periodista deportivo)

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